jueves, 23 de febrero de 2017

Me Sobran los Motivos

Hoy hace un mes de mi llegada a Haití. Antes de irme todas las conversaciones estaban salpicadas de palabras como adaptación, valentía, locura… Pienso según escribo en encontrar treinta cosas que celebrar:

1. Despertarme sin reloj
2. Vivir sin horarios
3. Desayunar en la terraza con un libro
4. No usar jerséis
5. Calarme cuando llueve torrencialmente
6. Bañarme a cualquier hora en la piscina
7. Comer todos los días 3 veces
8. Echar la siesta a demanda
9. Leer un par de libros por semana… o más
10. Coser todas las horas del mundo
11. Hornear pasteles
12. Oír mis pensamientos
13. Hablar con los amigos en la distancia
14. Hacer planes de futuro
15. Cambiar los planes de futuro
16. Improvisar si faltan ingredientes en la Vida o en la nevera
17. Aceptar que las cosas son como son
18. Bailar en la terraza con la música a tope
19. Sentirme afortunada por todo lo anterior
20.  …


   Este babero lo bordé a punto de cruz para un compañero de mi marido que espera su segundo hijo. Ha vuelto a Francia después de varios años trabajando expatriado. 







    Contaba por mail que, su otro hijo de cuatro años, no para de llorar desde que ha vuelto. Echa de menos Haití.  Adaptación.  Sigo enumerando motivos para celebrar. Antes de que acabe la tarde llegaré sobrepasaré los 30 a buen seguro.








jueves, 16 de febrero de 2017

En la Maleta


Seguro que todos somos un poco excéntricos a la hora de hacer maletas. Entre los "imprescidibles" de la mía, están mis tés favoritos y algún cuaderno. A pesar de los procesadores de texto y de los ebooks, me sigue pareciendo necesario el papel y me gustan los cuadernos desde que jugaba a ser profe en la guarde.


Un cuaderno es una especie de memoria externa en la que anotar escenas de la vida diaria, listas de la compra, planes para vacaciones, menús semanales, ideas locas para futuros inciertos... También metí en la maleta un estuche hecho a última hora. Probé el estabilizador de bolsos que Inés me regaló y va genial!!!









Las semanas pasan plácidamente entre serenatas nocturnas, mañanas de sol en la terraza, horas de costura, tardes con un libro... He vuelto a las viejas costumbres de cuando llevaba coleta. A los 7 años, nos cambiamos de barrio y me apunté a la biblioteca. Leía un par de libros a la semana. Aún recuerdo el primero: "Bajo las lilas". Después fuí sacando toda la colección de "Los Cinco". "Los Hollister" no me convencieron  y pronto caí en las redes de Agatha Christie. Menudo filón!!! Todavía conservo el gusto por la novela policiaca. Esta semana he terminado "Todo eso te daré" de Dolores Redondo y "Venganza" de Benjamin Black. Tan buen sabor de boca como el de un pastel... 














Y si me doy un poco de prisa aún llego a RUMS





jueves, 9 de febrero de 2017

Resaca Sonora


Sentada en la terraza desde las 6,30 en plena resaca sonora. No acabo de despertarme. Los gallos cantan atolondradamente durante toda la noche. Los perros ladran se entre sí, como en entretenida tertulia televisiva. Las motos circulan por las vertiginosas cuestas a todo gas y, al camión que trae el agua a la urba, lo mismo le da venir a medianoche que a las cinco de la mañana.

Sobre esa hora también se oyen las brazadas de un vecino en la piscina. Seguramente no le deje dormir, el infernal ruido del aire acondicionado de los del 4º, sonando como un Boeing 747 a punto de despegar. Luego está lo de las fiestas en las casas cercanas, las ceremonias de vudú y el precarnaval. Pero mejor lo dejo para otro día. Quién sabe...? A lo mejor gallos y perros, sólo protestan por los ruidos humanos. Lo bueno de esta algarabía nocturna es que ya no me molestan nunca los ronquidos de mi marido. 



Esta semana he empezado a coser Dolly Days, un quilt sencillo y con un marcado aire antiguo. Aquí va el primero de los 18 bloques...












jueves, 2 de febrero de 2017

Alma de Pueblo


De pequeña, cuando dejaba un trozo de pan a medio comer sobre la mesa, sabía que rápidamente oiría la cantinela de siempre: Filliña, tirar o pan éche pecado. Y no quedaba más remedio que comerlo o guardarlo en la omnipresente bolsa del pan. Supongo que el estribillo de mi madre  se debía a su posguerra en el pueblo y a los tiempos en los que reciclar, no era una moda, sino una necesidad. 

La primera bolsa que recuerdo, era de un Vichy verde con sencillos bordados a punto de cruz. A esa le siguieron otras muchas  y hoy en día, mi madre sigue fiel a la cita diaria. “He bajado a por el pan” me dice al teléfono. Este verano le hice una nueva para sustituir a la que tenía, ajada de tanto uso.










Del verano son también estas fotos. Mary y Fredy aparecían cargados todas las semanas con verduras y huevos recién puestos. Los pimientos no podían oler mejor y los tomates de piel fina y carne rosa, soltaban el jugo al cortarlos. De vez en cuando algún huevo sorprendía con dos yemas.






No creo en el pecado pero soy devota del reciclaje y, a pesar de que no puedo vivir sin internet, siento que tengo el alma de pueblo. ¿Una vueltecita por RUMS?