lunes, 26 de enero de 2015

Momentos o Minutos?

Anochece entre relámpagos y granizos. Me hundo un poco más en el sofá. Odio los inviernos. Por muy melancólica que me resulte la lluvia tras el cristal o los copos de nieve con su leve caer, el invierno lo asocio con la tristeza, el encierro y la humedad del norte.

El sonido de los granizos se impone al de los anuncios de televisión. Abro un ojo con desgana y presto atención al anuncio de cruceros. Una voz en off proclama que la vida debería vivirse en momentos, no en minutos. No puedo estar más de acuerdo. El slogan mola pero seguramente mola mucho más si eres una feliz familia de envidiable juventud y sonrisa. Eso sí… y con posibles para irse de crucero en plena cuesta de enero, niños y abuelos incluidos. Los telediarios sin embargo, están cargados de familias menos glamurosas que acuden a diario a sentarse, no en la mesa del capitán, sino en comedores sociales. Y los abuelos de las noticias comparten sonrisas, pensiones y hasta sus casas con hijos y nietos menos favorecidos que la estilosa familia del anuncio.





Me desperezo sacudiendo las gotas de amarga realidad. Estos días he estado trabajando en la colcha “Evening Bloom”. Llevaba un par de meses aparcada y le he dado otro tirón. Me encanta cómo queda la parte superior. Parece que sigo firme en mi decisión de no empezar nada nuevo hasta rematar UFOs. Merezco el premio a la determinación… voy a ponerme un té.




lunes, 19 de enero de 2015

Vida de Humanos

Me miraba haciéndome sentir culpable. Al principio no entendía lo qué le pasaba, pero a medida que pasaban los días, su actitud fue haciéndose más comprensible. Tiene una forma tan expresiva de mirar, de abatir  párpados y de fruncir cejas, que no necesita palabras  para comunicar lo que siente.


En los últimos tiempos, se paseaba gimoteando por la casa sin otro consuelo que lamerse las patitas. Si claro! he dicho patitas porque estoy hablando de Lola, ¿de quién sino? Finalmente concluí que, lo que realmente sentía era envidia: nosotros casa nueva… y ella durmiendo en su viejo cojín lleno de bolas. 


Cómo no complacer a alguien que quiere de forma desmesurada, explosiva y entregada  y que a cambio sólo pide toneladas de comida y que le acaricien non-stop la pancita.










Descubrí su pasión por los espárragos una noche de cena en bandeja y película. Al volver de la cocina con la  bebida, me la encontré  en el sofá relamiéndose nerviosamente los bigotes y con la culpabilidad escrita en su perruno rostro. Se había despachado las yemas de todos los espárragos! Le cayó una bronca monumental y mucho más tarde… el resto de los tallos que dejó en el plato.


Ayyy…  para que luego digan de “la vida de perros”. Habría que cambiar la frase y hablar de “llevar vida de humanos”, “vida de contratados a tiempo parcial”, “vida de salarios congelados”, “vida de desahuciados”. Dejémoslo ahí…





lunes, 12 de enero de 2015

Si la Vida te da Limones...

Hay momentos en la vida en los que uno querría abandonar el papel de actor principal para convertirse en un simple extra, sin más responsabilidad que la de aprender un par de líneas del abultado guión de la película. Diciembre ha sido un mes agotador: mucho trabajo, remate de las obras de casa y la mudanza.

Hemos adquirido una enorme deuda, de agradecimiento y amistad, con nuestros antiguos vecinos. Cada vez que sonaba el timbre, tras la puerta aparecía Mari con una muestra de afecto y cuidado: una invitación a comer, ropa planchada, un pastel vasco, pan casero, un delicioso surtido navideño de La Fé…  ¿Cómo estar a la altura de su generosidad?




Aún volcada en la organización de la nueva casa, hago malabares con el tiempo libre. La semana pasada retomé la costura y corté unos manteles individuales. 






La tela, de diseño Provenzal, la compré en Cádiz hace un par de años. Espero que les gusten a Mari y Fredy porque son para su cocina.



Tecleo estas últimas líneas en la cocina a primera hora de la mañana. Me acompañan, un té de Navidad y la respiración profunda de Lola en su guarida. Al posar la taza, las hojas secas bajo el cristal de la mesa me recuerdan los árboles que había alrededor de la última casa. Días antes de mudarnos, las recogí durante un paseo y ahora son parte de esta casa, como los nuevos amigos.