Había un tiempo en el que me daba
vergüenza decir que sabía coser, y lo hago desde que tenía diecinueve años. La
costura, al igual que la cocina, eran actividades relacionadas con la mujer
hacendosa y tradicional. Ahora, ambos términos, tienen mejor prensa. Se asocian
con la creatividad, alejándose del denostado rol de ama de casa.
Lo mismo pasó con las sardinas,
que, de pescado humilde y malo para la salud, pasó a formar parte de cualquier
dieta saludable. Lo que ha cambiado todo… Mis compañeras de trabajo de
veintitantos quieren aprender a coser porque ahora coser es de “modernas”.
Bueno, claro… mientras cosamos monederos, aplicaciones de búhos y muñecas
Tilda. Ojo! Que a nadie se le ocurra hacer una funda para colgar los rollos de
papel higiénico en el baño, porque perdería amistades. Una cosa es ser moderna
y otra caer en lo superfluamente hortera.
Esta bolsa, junto con otra que ya
he regalado a una amiga, la terminé en
diciembre. La he empezado a usar para pequeñas compras. Me encanta llevarla, me
hace sentir como una sardina tradicional y hacendosa. Dios…! ¿en qué estaría
pensando yo? Quería decir, que me hace
sentir como una mujer moderna y creativa.